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GESTIÓN TRANSPARENTE
imagen representativa del señor Coronel de Policía Wilson Torres

Solo a través de una gestión transparente rompemos las cadenas de la corrupción.

 

Wilson Fernando Torres Gómez

Oficial de policía y Doctorando en Cs Sociales

1 de marzo de 2024

En los últimos años, hemos sido testigos de la alarmante infiltración del crimen organizado y el narcotráfico en toda la estructura del Estado. Los medios de comunicación han informado sobre la participación de ciertos elementos de la fuerza pública, como policías y militares, en actividades relacionadas con el tráfico de drogas. Es perturbador descubrir que incluso altos rangos como generales, coroneles, tenientes coroneles y mayores han acumulado patrimonios millonarios debido a su involucramiento en casos como el de Metástasis. Además, jueces, fiscales y políticos de alto nivel también se han visto envueltos en el crimen organizado. Es evidente que la corrupción juega un papel fundamental en el desarrollo de estas actividades delictivas. Lo que resulta aún más indignante es el hecho de que el sistema de seguridad y las políticas de silenciamiento y persecución se dirijan hacia aquellos funcionarios que denuncian y exigen recursos para fortalecer sus instituciones. Esta persecución proviene de los altos mandos, quienes alegan que se está violando los reglamentos, directivas institucionales o se está yendo en contra de la buena imagen institucional, doctrina y la disciplina. La corrupción ha tenido un impacto significativo en el sistema de seguridad y en las políticas de silenciamiento y persecución de funcionarios. En primer lugar, la corrupción ha debilitado las instituciones encargadas de garantizar la seguridad y el orden público, ya que ha socavado la confianza ciudadana en ellas. Cuando los ciudadanos perciben que las instituciones encargadas de protegerlos están involucradas en actividades delictivas, se genera un sentimiento de desconfianza y rechazo hacia dichas instituciones. La corrupción crea redes de complicidad y lealtades entre los funcionarios corruptos. Estos grupos pueden tener un gran poder e influencia dentro de las instituciones de seguridad, lo que dificulta que se tomen acciones enérgicas contra ellos. Los altos mandos pueden estar involucrados en la corrupción ellos mismos o tener relaciones estrechas con aquellos que lo están, lo que genera conflictos de intereses y los lleva a proteger a los funcionarios corruptos en lugar de sancionarlos. Es así que en los procesos de investigación administrativa contra los delincuentes uniformados, se crean tecnicismos para evitar que sean desvinculados los corruptos, amigos íntimos de los altos funcionarios. Mientras que contra los funcionarios honestos que exigen recursos y denuncian actos de corrupción, a ellos se les sanciona y desvincula de la institución, ¡ahí no hay tecnicismos!

Además, la corrupción genera una cultura de impunidad dentro de las instituciones de seguridad. Cuando los funcionarios ven que otros se benefician de la corrupción sin enfrentar consecuencias, pueden sentirse desalentados para denunciarla. Esto se agrava cuando los altos mandos no toman medidas adecuadas para investigar y sancionar los casos de corrupción, lo que envía un mensaje claro de que la denuncia no será tomada en serio y que los denunciantes pueden enfrentar represalias. Y envían un mensaje claro de silenciamiento a la comunidad institucional cuando son desvinculados comandantes solo por denunciar la corrupción. Es lamentable ver cómo la cultura del silenciamiento ha tenido consecuencias negativas en diferentes áreas, como en las inversiones de los fondos de Seguridad Social y los fondos de cesantía. Tambien es preocupante la implicación de altos oficiales en actividades ilícitas como el narcotráfico. Es aún más preocupante que los órganos de control interno, encargados de investigar y sancionar estas conductas, actúen según las directrices de los funcionarios corruptos dentro de su propia institución. Es evidente que se necesita una transformación institucional profunda para abordar estos problemas. Es necesario implementar un plan de modernización que permita mejorar la transparencia, la rendición de cuentas y la eficiencia en los procesos de control interno. Además, es fundamental llevar a cabo una depuración interna para asegurar que los responsables de las conductas ilícitas no estén a cargo de los procesos de depuración, sería inaudito que los mandos contaminados ejecuten los procesos de depuración. Es fundamental romper con esta dinámica de encubrimiento y trabajar en conjunto para restablecer la confianza en las instituciones y garantizar que se tomen las medidas necesarias para prevenir y sancionar la corrupción. Solo a través de una gestión transparente y comprometida será posible superar estos desafíos y promover un cambio real en beneficio de la sociedad. Es fundamental contar con funcionarios que practiquen los principios democráticos, como la rendición de cuentas, la participación ciudadana, la transparencia y el control social. Estos valores democráticos son los que nos permiten mitigar la corrupción y fomentar una democracia participativa para fortalecer un país basado en la paz y la justicia social. Juntos, podemos trabajar hacia un Ecuador más seguro, justo y democrático.

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